Aunque la crisis del euro empobrece algunas zonas de Europa, también enriquece el léxico del continente con coloridos neologismos que describen los problemas actuales y acercan los complejos procedimientos económicos al lenguaje de diario.
Raphael Minder
Raphael Minder
Arte callejero del artista Rallito-X, en Berlín: "Yo crisis, tú crisis, él/ella crisis, nosotros crisis, vosotros crisis, ellos ríen". |
Los italianos, que ahora siguen los cambios de la prima de riesgo (el spread en inglés) entre las rentabilidades de los bonos alemanes e italianos con una pasión antes reservada al fútbol, discuten con palabras como "spreaddite", definida con mordacidad por "La Repubblica", diario romano, como la "intensificación del sufrimiento causado por una alta prima de riesgo".
En Grecia, las frases nacidas de la crisis salpican las conversaciones en los cafés, en las oficinas o en el metro; abunda en particular el uso irónico de expresiones o eslóganes proferidos por los líderes políticos, como la afirmación en 2009 de Yorgos Papandréu, por entonces primer ministro, de que había dinero, cuando estaba claro que no lo había. "No os molestéis, yo tengo", les decía hace poco un griego que celebraba su cumpleaños en una taberna de Atenas a sus amigos que echaban mano a las carteras. "Hay dinero, ¿eh? ¿Os acordáis?"
Un lenguaje propio
La larga crisis económica de Europa ha traído consigo un paro nunca visto y protestas ruidosas, pero también hay muchas formas más sutiles de calibrar su efecto. De país en país, la crisis ha engendrado un lenguaje propio, ha introducido expresiones financieras, antes extrañas, en el habla corriente y ha generado una jerga que refleja el humor negro con que muchos se enfrentan a sus persistentes problemas.Hasta quienes se encuentran en las capas superiores del Gobierno y de la sociedad han adoptado la jerga de la crisis. Con la intención de mitigar la inquietud de que España necesitase, como Grecia, un rescate internacional, Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda de España, prometió el año pasado a los nerviosos españoles que "los hombres de negro" [como se ha venido a conocer a los funcionarios de la Unión Europea] no tendrían que visitarlos.
Los cambios en la lengua son tan numerosos que en junio la Real Academia Española, guardiana del idioma español, dio los últimos toques a un diccionario actualizado con doscientas palabras añadidas o a las que se les han dado nuevos significados. Entre ellas está la expresión "prima de riesgo", que se ilustra con una frase común: "La prima de riesgo de nuestra deuda pública subió varios puntos".
Los españoles, muchos de los cuales nunca habían oído semejantes expresiones antes de que empezase la crisis económica en 2008, ahora las usan con tal regularidad que es tan probable que figuren en la conversación con un taxista como que se las empleee en un telediario. Por lo que se refiere a la lengua, hay un "poukou", como los griegos denominan a la época de antes de la crisis, y hay un ahora.
La austeridad lo impregna todo
De modo semejante, entre las cinco mil palabras añadidas a la versión actualizada del Duden, la obra definitiva de la lengua alemana, publicada en julio, varias guardan estrecha relación con la crisis económica. Una de ellas es "schuldbremse", literalmente "freno de la deuda", y otra "eurobond", "eurobono", que se refiere a las propuestas de que la Unión Europea emitiese bonos para cubrir la deuda de las naciones del euro; los alemanes temen que unos bonos así les impondrían onerosas obligaciones. La palabra puede que exista, pero el Gobierno de la canciller Angela Merkel ha hecho todo lo que ha podido para que no haya duda de que el bono, no.
Para no quedarse atrás, el sociólogo francés Denis Muzet ha publicado hace poco un libro, Les mots de la Crise [Las palabras de la crisis], que analiza las expresiones que se han incorporado a la lengua desde el principio de la recesión económica. En su lista figuran "perte de triple A", o "pérdida de la triple A" (por la calificación del bono francés), "suppressions d'emploi", por reducciones de plantilla, y "choc de compétitivité", o "shock de competitividad", todas las cuales expresan el duro despertar causado por la crisis.
"La manera en que hablamos de la crisis contribuye al pánico; contribuye al 'depresionismo' del país", decía Muzet, acuñando de paso una palabra nueva.
La impresión de austeridad lo impregna todo hasta tal punto que incluso la palabra misma se aplica en algunos lugares a casi todo. Si una portuguesa lleva minifalda, un admirador puede que le pregunte en broma si es por "austeridad", para ahorrar en tela.
Hay neopobres y yayoflautas
Hace tanto que dura la crisis europea que se está conformando una generación a la que se le ha dado en España el nombre de "ni-nis", por el sinfín de jóvenes que ni estudian ni trabajan. O la geraçao à rasca (la generación tiesa), como dicen en Portugal. "Por desgracia, los ni-nis me son de lo más conocido porque tengo que aguantar a una en casa", decía Carmen Blanco, de 43 años, que se refiere a su hija de 20, que abandonó el bachillerato y vive con ella.
"Sin ningún tipo de título académico, le he dejado bien claro que corre el riesgo de ser una ni-ni para el resto de su vida", decía su madre.
La nomenclatura para los que están en apuros no se acaba en los jóvenes. En Grecia, donde los recortes salariales y un 27% de paro han obligado a una clase nueva muy amplia a contentarse con lo más básico, hablan de los neoptohi, o nuevos pobres, jugando con la palabra griega que significa "nuevos ricos".
La palma de la variedad se la llevan los nombres para los distintos tipos de protestas y de quienes protestan, que en España se llaman a sí mismos "indignados". Cuando son mayores, se les llama "yayoflautas". "Marea blanca" se refiere a las oleadas de médicos y enfermeras que se han manifestado contra los recortes en los servicios públicos de salud.
La única palabra que se comparte en casi toda Europa es "troika", nombre que se les da a las tres instituciones que conceden créditos internacionales [el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea] y a las que los ciudadanos con el agua al cuello, desde Lisboa hasta Atenas, echan la culpa de sus problemas.
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